En los últimos diez años hemos experimentado un proceso de transformación sustancial en el sector del lobby en nuestro país. Se ha pasado de una situación inicial caracterizada por el desconocimiento general, tanto en el ámbito empresarial como por parte de las instituciones públicas, a un estado actual de transición hacia la normalización del lobby.
Echando la vista atrás, y aprendiendo de la experiencia pasada, destacan unas cuantas lecciones a tener muy en cuenta por las empresas, asociaciones y otros grupos de interés que quieren influir en el proceso de elaboración de legislación y políticas públicas.
El método y la estrategia diferencian a los profesionales: son imprescindibles para definir los objetivos y las actuaciones para alcanzarlos. Sin ellos, no se pueden evaluar los resultados conseguidos. Estos dos principios diferencian al lobby profesional del lobby disperso y sin criterio.
El networking profesional frente a los contactos personales: los contactos no se tienen, se construyen. Por eso hay que trabajar en el desarrollo de una red de contactos profesional basada en el respeto, la confianza y el intercambio de conocimiento, más aun si pensamos que los contactos personales están condicionados por la relación previa.
Ir más allá de los interlocutores naturales: los cambios normativos suelen llegar del lugar más inesperado, por lo que no hay que limitarse a los interlocutores habituales en el gobierno, parlamento o partidos políticos. Con cuantos más interlocutores se establezca contacto y se presenten las necesidades y problemática del sector, más responsables políticos podrán apoyar nuestras propuestas y hacer suyas nuestras ideas.
Explicar, explicar, explicar… y proponer: la pedagogía es fundamental a la hora de hacer lobby. Los políticos están hambrientos de ideas y propuestas nuevas e innovadoras por lo que, además de explicar las veces necesarias nuestra posición, es fundamental proponer soluciones, y no sólo plantear problemas
Ganarse la credibilidad: transmitiendo a los políticos información veraz y propuestas razonables y sensatas, alineadas con el interés general.
Anticiparse para ser los primeros: la identificación de las iniciativas políticas y legislativas en su fase inicial permite al lobbista reaccionar desde el primer momento, identificando oportunidades y amenazas e influyendo desde la fase inicial en la elaboración de la norma.
Un caballo para cada carrera: o lo que el dicho inglés llama “Horses for Courses”. Cada campaña de lobby requiere una estrategia y actuaciones distintas, unos mensajes diferenciados y los aliados necesarios.
No hay partido político pequeño: como se ha visto en los últimos años cuando partidos con muy poca representación parlamentaria han seguido marcando la agenda política, estuviese gobernando el PSOE o el PP.
Encontrar el “caballero blanco”: siempre hay alguien dispuesto a creer en tus ideas, hacerlas suyas y defenderlas como propias. La misión de aquel que hace lobby es encontrar a ese “caballero blanco” donde quiera que esté.
Objetivo, mejorar el entorno de negocio de la compañía: tener muy presente que toda acción de lobby debe ir orientada a resultados tangibles y que mejoren el entorno regulatorio en el que opera la compañía. Un lobby que no consiga mejorar este entorno no sirve para gran cosa.
No se pierda la próxima semana la segunda parte de este análisis: las diez claves del futuro.
Fotografía de Michael Cohen encontrada en Flickr.