Alemania, junto con España e Italia, son los únicos países en los que, quizá acompañados por la suave brisa de una incipiente recuperación económica, los votantes han respaldado a los partidos en el Gobierno. En el resto, un voto de castigo a los últimos cinco años de gestión de crisis económica con políticas de austeridad ha resultado en un Parlamento Europeo mucho más fragmentado y polarizado en sus extremos, tanto derecha como izquierda, con la entrada de nuevos grupos y el reforzamiento de los euroescépticos. En definitiva, un Parlamento Europeo que necesitará más negociación y un mayor esfuerzo para lograr consensos en cuestiones tan importantes para Europa como avanzar en la unión económica, desarrollar la Unión Bancaria, o lograr un acuerdo sobre los eurobonos.
Por otra parte, los tres principales grupos (PPE, S&D y ALDE) mantienen su mayoría, a pesar de la pérdida de votos, pero en un sándwich entre eurocríticos, tanto de extrema derecha, como de extrema izquierda.
Con la espectacular irrupción de “Podemos”, España aporta 5 eurodiputados a esta oleada critica de los países del Sur, que sin embargo, no es claramente antieuropea, como son los partidos el UKIP en Inglaterra, el Frente Nacional en Francia, o los partidos de extrema derecha que han resurgido en Austria y Dinamarca.
En España, los dos principales partidos han sufrido un importante descenso tanto en el porcentaje de votos como en el número de eurodiputados, perdiendo su mayoría en número de votos.
Asistimos, al mismo tiempo, a la consolidación de UPyD y a la incorporación de Ciudadanos a la escena europea. Ambos, representan, a pesar de mantener diferencias, una realidad política difícilmente soslayable en el plano nacional en el siguiente periodo electoral.
El PSOE no ha sabido retener un voto que, sin la irrupción de Podemos, seguramente se habría quedado en la abstención. El nuevo partido tendrá, sin duda, influencia en la futura renovación del PSOE, cuyo nuevo líder tendrá que saber enfrentarse al nuevo entorno para recuperar el voto perdido a favor de la abstención, de IU y de Podemos.
En cuanto al PP, éste ha conseguido limitar el éxodo de votos hacia opciones que compiten con sus votantes. Sin embargo, la elevada penetración de Vox en Madrid y en la Comunidad Valenciana les da opciones en 2015, tanto en las autonómicas y municipales, como en las generales.
De cara a las elecciones de 2015, este escenario cada vez más fragmentado y la amenaza de mayorías debilitadas abren la puerta, por primera vez en nuestra democracia, a coaliciones de Gobierno. En este sentido, se dibujan varias opciones: gobierno en minoría de la lista más votada con apoyos puntuales, coalición nacional de tres o más partidos, o una “Gran Coalición” PP-PSOE que podría, no obstante, favorecer el crecimiento de los nuevos partidos a medio y largo plazo.
A corto plazo, en la escena nacional es previsible que el PP aproveche el resto de la legislatura para aprobar las reformas pendientes que le permitan llegar a las elecciones de 2015 con las mayores posibilidades de una holgada mayoría. Anticipamos, por tanto, una importante actividad legislativa en los próximos meses en varios frentes tales como la reforma fiscal, el Plan Nacional de Reformas, o el desarrollo de la Ley de Garantía de Unidad de Mercado.
En definitiva, las cómodas mayorías deben adaptarse a un nuevo entorno mucho más complicado, provocado por la fragmentación del voto, que abrirá la puerta ahora más que nunca a la necesidad de coaliciones de Gobierno. En estos casos, la necesidad de llegar a pactos de gobierno y buscar apoyos parlamentarios hará, si cabe, aún más necesaria la búsqueda de consensos entre las distintas fuerzas políticas, que tengan en cuenta los intereses de los distintos actores de la sociedad civil.
Artículo publicado el 27 de mayo de 2014 en Expansión.